Título Original: Brazil.
Género(s): Distopía.
Director: Terry Gilliam.
Emisión: 1985.
Duración: 132 minutos.
Extras: –
Probablemente la distopía más famosa dentro del cine producido en el siglo pasado fue Brazil, una intrincada sátira cómica de la obra orwelliana más famosa, 1984. El filme nos presenta un aparente futuro con estética retro en el que la sociedad está basada en un eficiente control burocrático, donde para llevar a cabo la reparación más sencilla es necesario llenar una serie de formularios.
La obra es dirigida por Terry Guilliam, mejor conocido por su trabajo en Monty Python, cuyo humor se ve reflejado en este filme. La película toma las bases en la novela 1984 de George Orwell y como tal nos muestra un mundo distópico donde el aparato burocrático controla cada aspecto de la sociedad, la cual está perpetuamente aletargada por la televisión, el control de la información y el desinterés. Además de Orwell, también se aprecian ciertas influencias bradburianas.
La historia gira en torno a Sam Lowry, un patético burócrata de bajo nivel sin ambiciones que trabaja en el Ministerio de Información. Su madre, una mujer recalcitrante adicta a las cirugías plásticas y con muchos contactos en las altas esferas del Ministerio siempre trata de conseguirle un mejor puesto, pero él siempre rechaza las ofertas argumentando que es feliz en donde está.
Por un error en alguno de los escaños de la cadena burocrática un hombre es apresado injustamente y fallece durante su detención. Al parecer una confusión en los nombres dejó en libertar al fugitivo Harry Tuttle y causó la muerte a un inocente. La viuda recibe un cheque como reembolso por el error, pero ninguna dependencia quiere hacerse cargo, Sam decide entonces entregar el cheque en persona. Mientras realiza su encomienda, descubre que Jill Lyton, la vecina de la viuda, es la mujer con la que ha estado soñando.
Una noche, el sistema de aire acondicionado del departamento de Sam falla y ninguno de los técnicos está disponible para repáralo, pero sorpresivamente un hombre armado llega a su casa y repara el desperfecto. El técnico es un trabajador furtivo que opera bajo los estándares de la ley pues odia el papeleo que cualquier trabajo requiere. Así, con trabajo clandestino, es capaz reparar lo que él desee sin tener que llenar decenas de formas antes de poder proceder. El técnico resulta ser Harry Tuttle.
Luego de conocer a Jill, Sam decide investigar más sobre ella, pero su nivel de burócrata es tan bajo que no tiene acceso a casi nada de información. Decidido a reencontrar a quien él cree es el amor de su vida acepta el ascenso que le consiguió su madre e inicia su nuevo trabajo en otra dependencia, donde por fin averigua todo sobre la chica. A partir de ese momento la vida de Sam da un vuelco, pues se obsesiona con esa mujer al grado de contrariar al sistema con tal de encontrarla.
Hay mucha tela de donde cortar en lo que se respecta a analizar esta película, aunque no profundizaremos mucho en esta ocasión. Sin embargo, ver el control de un aparato burocrático en su máxima expresión hace de esta distopía administrativa algo totalmente único. Aquí vemos una tecnocracia nuevamente, aunque no representada por la gran corporación comercial, sino por el gobierno mismo cuyo sistema de control es tan opresor que hace de los trámites el villano real de la historia. No es una persona el enemigo a vencer, sino el sistema mismo cuya aparente perfección lo hacen tan terrible.
Además de la parte distópica tenemos el mundo de los sueños. Las escenas oníricas que se intercalan con la acción real hacen un poco confuso el seguimiento lineal de la historia, pero permiten que los giros argumentales sorprendan por completo al espectador. Dichos sueños no son más que la representación metafórica de la libertad, una libertad que debido al sistema en que viven los personajes es casi imposible de alcanzar. Sam era un conformista, pero era feliz, no deseaba nada más, pero cuando se enamora de Jill decide enfrentar a un sistema que ya había advertido imperfecto.
Como en muchas distopías clásicas, el protagonista es un hombre y el papel de la mujer es relegado a un personaje que a partir del deseo, el amor o el sexo incitan a un hombre a rebelarse contra el sistema. Jill cumple esa función, el amor que Sam siente por ella es suficiente para ir en contra de sus deseos y luchar contra el control que el sistema burocrático ejerce sobre todos los aspectos de la vida. No obstante, Sam ya era un desadaptado de su propia sociedad pues no ambicionaba un mejor puesto como todos los demás.
Aquí la utopía-distopía no es imperfecta por la represión y la restricción le libertades que ejerce para mantener su status quo, sino por el error humano. Teniendo en claro que todos son oficinistas, a pesar de lo sistematizado del aparato burocrático éste está repleto de fallos, pues los oficinistas son holgazanes, muchos son completos ineptos y otros hacen las cosas sin importar si están bien o mal con tal de terminar a tiempo.
La represión burocrática es combatida por un grupo de terroristas y tanto Tuttle como Jill representan de cierta forma la lucha revolucionaria, y son asociados inmediatamente con los terroristas que han estado poniendo bombas en toda la ciudad. Jill no tiene un papel tan grande en esa lucha, pero Tuttle sí luce como todo un líder guerrillero. En contraparte, los beneficios que obtienen los burócratas aumentan dependiendo del nivel que tengan y el departamento para el que trabajen, esto hace que una fracción de la sociedad desee mantener el sistema que rige al mundo. La lucha social se establece entre burócratas e independientes.
La estética del filme es algo que llamó mucho mi atención, pues si bien pretende ser futurista en realidad termina por ser retrofuturista, sobre todo porque desarrollar en algún momento del siglo XX. Las televisiones son pequeñas pantallas con una enorme lupa de aumento frente a ellas y las computadoras no son otra cosa que máquinas de escribir. Las luces de neón dan un aire tecnológico y moderno, pero la arquitectura hace que todo luzca muy anticuado.