Anime de media noche

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La industria del anime se ha convertido en años recientes en un fenómeno de la cultura pop que es difícil no notar. Desde las series televisadas y enfocadas en el público infantil, hasta las convenciones llenas cosplayers y actores de doblaje, sin olvidar los centros comerciales repletos de piratería donde muchos hemos comprado series, juegos y mercancía diversa. Pero ese fenómeno no es reciente, se ha vuelto evidente gracias al internet y la globalización en general, pero ha existido desde hace un par de décadas.

Los frikis (no me gusta el término Otaku y considero que friki engloba Gamers, Geeks y demás) han existido desde la segunda mitad de siglo pasado, principalmente desde las décadas de los 70 y 80. En aquellos años, para conseguir series e informarse de las noticias más recientes tenían que acudir a los puestos ambulantes, comprar revistas o asesorarse con amigos y proveedores más informados. Las noticias corrían más lento y muchos de los descubrimientos sobre cosas niponas (o estadounidenses) se hacían por mera casualidad.

Pues bien, pese a ser un nativo de 1990 he tenido la oportunidad de ser asombrado por casuales descubrimientos animisticos en la televisión abierta mexicana; series que realmente me da gusto que sean televisadas en nuestro país. El problema es que la programación y publicidad ha sido pésima, lo cual  ha hecho que para aquellos menos involucrados en el mundo del anime, descubrir dichas emisiones sea equiparable a descubrir una de aquellas viejas series de culto. Y pese a que esto puede sonar romántico y bueno, no lo es.

Canal 22 se ha lucido con sus espectadores en los últimos años al traer algunas series de anime que difícilmente podríamos ver fuera del mentado canal cultural, pero muchas de ellas no recibieron la difusión debida y los televidentes las pasaron por alto, más aún cuando los horarios rondaban “el filo de la media noche”, como incluso fueron publicitadas.

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El primer anime que vi en Canal 22 fue A Tree of Palme, una excelente versión de Pinocho que no tenía la fortuna de conocer. Pero no la vi por gusto, sino porque extrañamente mi televisor se encendió justo en ese canal cuando la película tendría unos 20 minutos de haber empezado (y sí, así ocurrió aunque suene poco creíble). Aquella peculiar aunque afortunada falla de mi televisor rondó las once de la noche y algunos minutos, y como vi el resto de la película me dormí pasada la media noche.

Las siguientes cuatro serie que vi fueron con toda la intención. La publicidad en ésta ocasión fue oportuna (aunque restringida a un horario nocturno), pero los horarios nuevamente me hicieron trasnochar. Sin embargo, más por fetichismo que por otra cosa, no iba a perderme la emisión de Evangelion, Hellsing, Ghost in the Shell. Las dos primeras las conocía a la perfección, la tercera la conocía pero no la había visto y la cuarta era nueva para mí.

Luego de un tiempo sin series nuevas, me desligue del 22, opero ocasionalmente pasaba por allí al cambiar de canal. Fue en éstas ocasiones cuando me topé con Fantastic Children y Orphen, que no tenía idea que estaban siendo televisadas. Había escuchado sobre Orphen pero no la había visto y de Fantastic Children no sabía nada. Seguí las series por un par de capítulos pero las abandone, en parte por el poco interés que tenía de verlas y también porque es difícil interesarse en una seria ya empezada.

Hace un par de días (en realidad fue ayer para el momento en que escribo esto) me quedé viendo Cómo entrenar a tu dragón en uno de esos servicio de paga. La película —que de hecho disfruté mucho— terminó pasada la media noche. Como Hey Arnold! ya había terminado, revisé la programación por mera ociosidad antes de apagar la tele y me detuve cuando leí la palabra “Lain” en la sección de Canal 22.

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Mi primer pensamiento en ese momento fue: “¿Serial Experiments Lain en Canal 22?”. Y en efecto, Experimetal Lain (como la anunciaban) iniciaría en tan sólo 20 minutos, a la 1:00am. Por simple idolatría decidí esperarme para verla, sabría que no resistiría verla toda, pero me conformaba con ver el opening en TV abierta y escuchar la que por seis años ha estado en mi top 3 de canciones de anime favoritas, «Duvet» (sólo superada por «Kiri» de Ergo Proxy y «Uninstall« de Bokurano).

La mendiga serie inició con más de cinco minutos de retraso. Mientras esperaba, hacía cuentas de hace cuánto tiempo vi por primera vez SE Lain, al tiempo que me fascinaba el hecho de que el máximo representante de Wirepunk se estuviese emitiendo en México y por televisión abierta. Pero en ese momento comprendí que gracias al menú de la televisión de paga me reencontré con esa serie, de no haber revisado la programación nunca habría sabido que Lain se estaba emitiendo en México, como tampoco me enteré (hasta que escribí ésta entrada) que Petshop of Horrors también fue emitida por el 22. Sin embargo, lo que más me consternó fue que la serie ya estaba en el episodio 8.

Vi el opening, los primeros minutos del episodio y apague la televisión. Y mientras conciliaba el sueño reflexionaba sobre la labor de Canal 22 al traer éste tipo de series. Obviamente la oferta del canal en cuestión de anime ha sido muy buena, pero el intento es totalmente infructífero. Aquellos que sintonicen el canal a esa hora serán frikis apasionados que seguramente ya vieron dicha serie pero que por simple masoquismo desean verla en televisión, con comerciales y a altas horas de la noche. La serie no llegará al público en general, se quedará estancada en una teleaudiencia especializada y la labor por difundir la animación japonesa quedara en un loable pero inútil esfuerzo.

Pese  a ello, debemos alegrarnos pues ya empiezan a abrirse los primeros espacios en la televisión abierta para series de culto que no son para todo público pero que resultan ser pilares esenciales de la animación japonesa, pues han aportado elementos argumentales, le han incorporado elementos al género y se han consolidado como marcas de peso en el mercado asociado a la animación.

Petshop of Horrors

Título Original: ペットショップ・オブ・ホラーズ (Pettoshopu obu Horâzo).
Género(s): Sobrenatural, Suspense, Meitantei, Seinen.
Director: Matsuri Akino.
Estudio: MadHouse.
Emisión: 1999.
Duración: 4 OVA.
Extras:

A pesar de lo que su nombre y fama pudieran aparentar, Petshop of Horrors está más enfocada en sucesos y criaturas sobrenaturales envueltas en un halo de misterio que en una historia enfocada en el miedo. Sin embargo, la acción constante en que se desarrollan los capítulos la convierten en una excelente obra llena de suspenso.

Petshop se desarrolla a partir de historias independientes cuya única relación son los dos personajes principales, los cuales juega el papel de protagonista y antagonista típico de las novelas policíacas. Y pese a que contamos con personajes principales, los conflictos giran en torno a los personajes incidentales de cada episodio.

La calidad de animación es buena pero un tanto anticuada, pues, si bien es una serie de finales de los años 90, su estilo de animación y diseño de personajes es muy característico de los años 80. Sin embargo, los rasgos gekiga de los personajes permiten reflejar de manera excelente las expresiones de horror y asombro.

En el aspecto musical, el soundtrack —aunque no es malo— resulta repetitivo y no resalta mucho salvo en contadas ocasiones, pero junto a la exótica parafernalia, propicia una adecuada ambientación para una tienda que vende criaturas extrañas.

La historia gira en torno al Conde D, un andrógino y extraño sujeto encargado de una tienda de mascotas en Chinatown que intentará llenar el vacío emocional de sus clientes causado por la pérdida de un ser amado. No obstante, los compradores tendrán que respetar tres sencillas reglas para mantener a sus nuevas mascotas y deberán recordar en todo momento que son animales y nunca podrán reemplazar a quienes han muerto.

Por otra parte, el detective León Orcot investiga misteriosas muertes cuya única conexión es la tienda de mascotas, pues todos los que han muerto eran sus clientes. Así es como el Conde y León empezarán una extraña relación de detective e informante.

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El tema principal de la serie es el onirismo, pues los clientes reflejarán sus miedos y culpas en los animales que compran. Y pese a que estos están ahí como símbolo del amor y esperanza que alguna vez tuvieron sus amos, ellos desvirtuarán la realidad y se obsesionarán tanto por lo que han perdido que sus mascotas se convertirán en monstruos de pesadilla.

Ésta es la carta fuerte de Petshop, pues los horrores son diferentes en cada caso y se enfocan en criticar el apego emocional que algunas personas pueden llegar a tener por algo. Lamentablemente la serie es muy corta y nunca conoceremos la verdadera identidad del Conde ni de sus exóticos animales, pero esto no disminuye la calidad de la obra.