Título Original: Kong: Skull Island. Género(s): Monstruos. Director: Jordan Vogt-Roberts. Emisión: 2017. Duración: 118 minutos. Extras: –
El universo de los grandes monstruos reiniciado en 2014 con la nueva versión estadounidense de Godzilla trae de vuelta a otro de los grandes clásico del este tipo de cine y sin duda uno de los más queridos, King Kong, el gran simio. Kong: La Isla Calavera es la segunda película que integra el nuevo Monsterverso del Kaiju rey, y se inserta en la misma trama a través de Monarca, la entidad gubernamental secreta encargada de investigar a los grandes monstruos del pasado.
La serie toma lugar en la década de los 70, al final de la Guerra de Vietnam. Un grupo de científicos descubre una isla en el Pacífico y deciden volar hasta ella para investigarla antes que los rusos. Aprovechando la expedición, un grupo financiado por el gobierno estadounidense llamado Monarca se une a ellos y a los militares que los adentrarán en la isla para realizar investigaciones geológicas. Sin embargo, lo que Monarca realmente quiere es comprobar su teoría de la Tierra Hueca y la existencia de gigantes criaturas que habitan en las profundidades.
La mítica isla está cubierta por un sistema de tormenta perpetuo que la había mantenido oculta hasta ahora, así que sólo pueden entrar usando los helicópteros militares. Las fuerzas armadas servirán además para proteger a los investigadores que cualquier amenaza, aunque desconocen totalmente las intenciones de Monarca y la existencia de los monstruos. Además de ellos, se unen a la expedición una hermosa reportera, Mason Weaver, y un experto en supervivencia y rastreo en entornos hostiles, James Conrad.
Al llegar empiezan sus investigaciones, para ello usan cargas sísmicas que les permitirán medir la composición del subsuelo. Las explosiones provocan el enojo de Kong, un gigantesco gorila que destroza a la armada en un santiamén. Dispersos, heridos y con múltiples bajas, los sobrevivientes tratar de escapar de la isla, aunque el Teniente Presto Packard está decidido a vengar las muertes de sus hombres y destruir a ese gorila a como dé lugar.
Mientras vagan por la isla se encuentra con Hank Marlow, un piloto estadounidense sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial que se estrellara en la isla muchos años atrás. Él lleva a los sobrevivientes a la aldea de los Iwi, los nativos habitantes de la isla, quienes veneran a Kong como un dios. Allí entienden la importancia que tiene el simio para mantener intacto y vivo aquel exótico ecosistema.
Hank explica que Kong en realidad es un protector, pues cuida la isla y a sus habitantes de la verdadera amenaza, los skullcrawlers, unas criaturas que vienen de las profundidades de la tierra. Al ver la ferocidad de esas criaturas, Conrad, Weaver y Marlow intentarán evitar a toda costa que Packard logre su cometido, pues sin Kong en la superficie, las criaturas del inframundo emergerán y acabarán con todo.
La película se aleja un poco de algunos elementos clásicos del universo de Kong, pero la acción, variedad de criaturas y su unión con el universo de Godzilla son suficientes para hacerla entretenida. Y aunque el principio es algo lento, las escenas de acción son buenas y te mantienen enganchado a la pantalla, aunque los personajes sean completos clichés y algunos de ellos, como Packard y su obsesión militar, resulten frustrantes. Por otra parte, Marlow aporta ese toque de comedia absurdo que en realidad es innecesario pero que le queda, mientras que Weaver a pesar de ser intrépida y decidida, no deja de ser el simple atractivo visual. Lo que más me gustó fue ese trasfondo folclórico que los Iwi le dan a los orígenes de Kong.
Sin duda una película obligada para quienes se haya hecho fans del Monsterverso iniciado en 2014 y para quienes gusten de seguir las distintas adaptaciones cinematográficas del simio rey. A mí personalmente la película me gustó más que la primera entrega de este nuevo universo de Godzilla, pues si bien es simple y plagada de estereotipo me resultó bastante entretenida.
Título Original: Cloverfield. Director: Matt Reeves. Género(s): Found Footage, Monstruos, Survival-Horror. Emisión: 2008. Duración: 92 minutos.
En 1999 El Proyecto de la Bruja de Blair puso al género del Found Footage (o metraje encontrado) en el mapa de la teoría de géneros, a pesar de no ser la primera cinta en ese formato. A partir de entonces, muchos filmes han retomado el mismo estilo narrativo con mayor o menor fortuna. En 2008 llegó el éxito más reciente de la cámara en mano, Cloverfield, que sin duda demostró que estas producciones, nacidas de los bajos presupuestos, también pueden desbordar impactantes efectos visuales.
La calidad técnica es muy buena para el género al que pertenece, pero tampoco tiene los efectos especiales súper impactantes, son buenos y la cromática usada en cada momento de tención es atinada. La banda sonora se compone de simples canciones de la cultura pop contemporánea, pero el sonido ambiental es estupendo, te envuelve y te pone justo en el centro de la acción.
La historia nos sitúa en Nueva York, como cualquier película no japonesa de grandes monstruos que se respete, y nos cuenta el drama amoroso de dos jóvenes y sus amigos durante una fiesta. Mientras los jóvenes neoyorkinos festejan, un extraño temblor los pone en alerta, antes de saber lo que pasa, la cabeza de la estatua de la libertad rueda por las calles y los edificios se derrumban sin explicación.
Luego de una introducción demasiado larga, aunque necesaria para los fines del filme, veremos, gracias a que uno de los protagonistas —sin importar la situación— se niega a dejar de filmar, cómo nuestros personajes corren y se ocultan por las calles de Manhattan mientras tratan de llegar el edificio donde vive el gran amor de nuestro héroe principal. Como es de esperar, los menos indispensables van muriendo mientras los principales logran resolver sus encrucijadas gracias a no muy creíbles eventos.
La película es buena, entretenida y desde que inicia la acción no para hasta el final, claro que la va dosificando. La introducción, antes de los eventos emocionantes, es lenta pero no del todo aburrida, aunque lamentablemente resulta necesaria para generar el conflicto que lleva a los protagonistas a intentar sobrevivir en lugar de escapar desde el principio. Sin el planteamiento emocional que se proyecta al inicio, la película entera no tendría razón de ser, lo cual es tonto, pues el ataque de un monstruo gigante debería ser suficiente y no necesitar de un trasfondo amoroso para dar paso a la acción
En mi opinión la parte inicial se alarga demasiado y eso hace que toda la obra se vea muy trabajada, lo cual rompe con la esencia del metraje encontrado. Y la motivación de salvar al gran amor no me parece una razón de peso para enfrentarse al apocalipsis. Además, en más de una ocasión, se abusa del Deus Ex Machina que resuelve sin más los problemas de los protagonistas y les permite seguir avanzando.
En cuanto a la calidad actoral, podemos decir que los actores lo hacen bien, pero la esencia de sus personajes deja muchos que desear. Digo, sus personalidades son creíbles y hasta cierto punto realistas pero no dejan de actuar estúpidamente y eso resulta molesto. Sobre el monstruo, pues nunca se revela su origen, y eso sí es un gran acierto, se hacen pequeñas hipótesis a lo largo de la obra pero ninguna explica en realidad nada de él, lo cual muchas veces es mejor.
Algo que me gusta mucho y vale la pena destacar es la forma en que este filme se puede compaginar con otros clásicos del género de los Kaiju y que se estrenaron tiempo después, lo que nos habla del impacto de esta película. En una diálogo, uno de los personajes dice que la criatura pudo haber salido de una grieta oceánica, lo que da material para que quienes gustan de teorizar sobre los universos ficticios disciernan sobre si el monstruo de Cloverfield es un kaiju nivel uno del universo de Pacific Rim o por el contrario, es uno de los mutos que Godzilla enfrentó en su más reciente entrega.
Al igual que lo hice con otros géneros, la siguiente es una breve introducción al mundo de los géneros de miedo. Antes de entrar de lleno en el Terror, el Horror y el Suspece, de los que ya hablaré a profundidad en otra ocasión, enfatizaré las características que los distinguen con la finalidad de evitar su incorrecto uso como sinónimos.
Si bien existen muchas teorías para diferenciar un género de otro, la siguiente propuesta, que está diseñada para los medios audiovisuales, pretende distinguir los géneros a partir de un único elemento: las amenazas.
DE LO ANGLO A LO HISPANO
Iniciemos situando etimológica y regionalmente las palabras Terror y Horror. En el idioma inglés ambas son sinónimas y no existe una diferencia sustancial en su significado, razón por la cual son usadas indistintamente para referirse a un sector de películas determinado, incluso la palabra horror es usada con mayor frecuencia dentro de la industria cinematográfica.
De forma contraria, en la lengua española las palabras sí tienen diferencia, la principal es que horror tiene una forma reflexiva, mientras que terror no. Es decir, podemos horrorizarnos a nosotros mismos pero no podemos aterrorizarnos a nosotros mismos, pues el terror siempre lo causa un agente externo.
Si bien el significado de ambas es muy similar, en nuestro idioma existe una clara distinción entre el sujeto que nos causa miedo. Es por ello que cuando hablamos de cine —y lo hacemos en español— resulta esencial hacer dicha distinción, a pesar de que en inglés denominen horror a todas las películas en general. En su idioma es correcto pero en el nuestro no.
Ahora bien, conocer el significado y la diferencia entre ambas palabras es sólo la primera parte para poder diferenciar un género de otro, recordemos que el significado de una palabra no necesariamente corresponderá con las características del género. Los mismo pasa cuando hablamos de plataformas distintas, las definiciones que abordaremos aquí podrían diferir con los géneros literarios.
Nosferatu ( Friedrich Wilhelm Murnau, 1922)
AMENAZAS
Hablar de miedo forzosamente nos obliga a remontarnos a los antecedentes culturales, a la historia por la supervivencia y al legado cognitivo que miles de años de evolución han dejado cincelado en nuestra psique.
El miedo procede del temor a lo desconocido, del no saber qué se oculta en la oscuridad o qué pasa más allá de donde logramos ver, escuchar y sentir. En otras palabras, el miedo es generado por una amenaza, sea ésta real, imaginaria, directa o indirecta. En cualquier caso, solemos temer cuando desconocemos algo, pues ignorar nos impedirá actuar y tomar el control de la situación.
Al ser las amenazas la clave de nuestra angustia, son éstas las que nos permitirán diferenciar de forma sencilla (al menos en teoría) entre los tres géneros a tratar. Así que desmenucemos y clasifiquemos las distintas amenazas que el séptimo arte puede presentarnos.
Rear Window (Alfred Hitchcock, 1954)
Real. Cualquier amenaza de nuestro mundo real, debe ser tangible y existir o haber existido (si la obra transcurre en un contexto temporal diferente al nuestro). Una amenaza real puede ser directa o indirecta y su objetivo será causarnos daño. Por ejemplo: un perro rabioso.
No real. Cuando la amenaza no existe en nuestro mundo o cuya existencia no puede ser (o no ha sido) comprobada, como los zombis o los extraterrestres. Se trata de un ser tangible que puede causarnos un daño físico directo.
Directa. Esta amenaza es la más obvia, se trata de cualquier cosa o ser vivo que pueda causarnos daño sin la intervención de otros elementos. Generalmente la amenaza tratará de dañarnos, siendo esa su finalidad y objetivo dentro del filme. Por ejemplo: encontrarnos con un perro rabioso en la calle. Amenaza clásica del Terror.
Indirecta. Cuando la amenaza existe pero no hay forma de que pueda dañarnos, pues hay algo (una barrera, una ley, una situación) que se lo impide. Al igual que en la amenaza directa, su finalidad es causarnos daño, pero —pese a que la amenaza existe— no hay un motivo racional para temerle, por lo que el miedo es resultado de la sugestión, la expectativa y la incertidumbre de un ataque. Por ejemplo: un perro rabioso afuera de nuestra casa que no tiene forma de entrar para atacarnos. Amenaza clásica del Suspence.
Imaginaria. Cosas o seres creados por nuestra mente (a partir de nuestros prejuicios, educación y bagaje cultural) y cuya intención es causarnos daño. No existen ni son tangibles y por lo tanto no pueden generarnos un daño físico, su actuar se restringe al estrés psicológico. Éste es el único caso en que la amenaza puede ser la situación misma. Por ejemplo: un amigo imaginario o la fobia a los espacios cerrados. Aquí va el Horror.
Sobrenatural. Amenaza no real de origen mitológico o religioso. Es intangible y no existen en nuestro mundo, pero pueden causarnos daño físico. Por ejemplo: fantasmas, demonios, seres de ultratumba. Aquí también va el Horror, pero a mí me gusta clasificarlos en un género a parte que denomino Sobrenatural.
Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)
CÓMO PERSONAJES O CÓMO ESPECTADOR
Si somos tan objetivos como nos resulte humanamente posible y vemos las cosas únicamente como espectadores, toda obra audiovisual cuya intención es generar miedo sería de horror, pues nada en ella es real, ni siquiera el movimiento, nuestra mente es quien nos hace ver como tal un conjunto de imágenes estáticas. En decir, nos estamos asustamos (sí, a nosotros mismos y por lo tanto nos horrorizamos) de una serie de cosas que no está ahí.
Por otra parte, si vemos las cosas desde el punto de vista del personaje, el miedo que sentimos (y que siente el personaje) es producto de amenazas y circunstancias muy diversas, algunas relacionadas con su propia mente y otras con entidades del más allá. Así que la forma correcta para clasificar estos géneros es desde la perspectiva del personaje.
El Suspence puede resultar un poco más complicado pero se sujeta a las mismas reglas. Lo que nos asusta en éste género es la tensión generada por la expectativa de ver un desenlace aterrador. Dicha incertidumbre nos predispone para sentir miedo, pero finalmente quien vive dicha situación de incertidumbre es el personaje.
The Exorcist (William Friedkin, 1973)
AMBIGÜEDADES
En teoría las cosas parecen sencillas, sin embargo, las cosas no son tan fáciles y mis ejemplos anteriores pueden llegar a la ambigüedad. Por ejemplo: en una película de zombis los muertos vivientes son una amenaza real y directa para el personaje, son una amenaza irreal e imaginaria para el espectador, pero son una amenaza no real y directa por naturaleza propia.
Desglosemos: para el personaje que vive en un mundo de ficción, todos los seres que habiten en él serán reales, como los zombis en este caso; para el cinéfilo serán imaginarios, pues ya dijimos que todas las escenas que ve en pantalla ni siquiera existen; por su parte, los zombis —de existir— serían una amenaza directa, pero hasta el momento la ciencia no ha podido crearlos (la religión sí, pero eso lo aclararé en el último apartado).
Así que como verán, dependiendo del lugar desde el cual se pretenda determinar el género serán las características que adquiera, por eso a mí me gusta hacerlo a partir de lugar del personaje. Con ello evitamos discusiones filosóficas sobre el concepto de realidad. Discusiones que también se generan en algunos tópicos de la Ciencia Ficción como los viajes en el tiempo.
The Shining (Stanley Kubrick, 1980)
DIFERENCIANDO TERROR, HORROR y SUSPENCE
Iniciamos con el Suspence, pues es quien se presta a más malinterpretaciones. No es y nunca será “suspenso”; el suspenso no existe, al menos no como género cinematográfico; el suspenso no es la traducción al español de Suspence. El Suspence en español puede traducirse como Terror Psicológico o Terror Subjetivo. Si no quieren usar la palabra Suspence puede usar cualquiera de esos dos términos, son sinónimos.
Alfred Hitchcock es conocido como el maestro del Suspence. En sus obras vemos amenazas reales pero indirectas,es decir, podrían provocarnos un daño pero no lo harán, el miedo que sentimos (o que siente el personaje) será generado a partir de esa posibilidad de peligro. Para el caso del terror tenemos que dicha posibilidad es una realidad, así de simple.
Para el caso del Horror la cosa cambia un poco. La amenaza no existe, nosotros la generamos con base en la sugestión mental detonada por nuestros miedos personales. Podemos horrorizarnos al quedar atrapados en un elevador o ante la presencia de una araña. Posiblemente no exista una razón para temerle al elevador y puede que la araña ni siquiera sea venenosa, pero nuestra mente nos hará creer que podríamos precipitarnos al vacío o que el arácnido nos envenenara si nos descuidamos. Lo que es horror para unos no lo es para otros.
Veneno para las Hadas ( Carlos Enrique Taboada, 1984)
SOBRENATURAL
Anteriormente dije que yo suelo apartar el aspecto sobrenatural de algunas amenazas (demonios, fantasmas, espíritus…) en otro género que no considero dentro de los géneros de miedo. La razón por la que hago eso es porque la naturaleza de esas amenazas es de origen mítico o religioso y es de suponer que algunas personas crean en estos seres como algo real.
Pero no es la única razón por la que aparto al género de lo sobrenatural. Al igual que el género de Monstruos (habrán notado que no he mencionado vampiros, hombres lobo ni brujas), lo sobrenatural no siempre está diseñado para causar miedo. Basta mencionar ejemplos como Gasparín o La Familia Monster, que son de comedia y para nada presentan amenazas. Algo similar pasa con el Survival-Horror, término extraído directamente de los videojuegos en inglés (pues en español y con base en lo que he propuesto más arriba sería Survival-Terror).
It (Tommy Lee Wallace, 1990)
Cuando encontramos una película como The Exorcist (William Friedkin 1973), lo mejor es catalogarla como Sobrenatural (por el demonio) y de Terror (porque para los personajes el demonio es real). Por eso las películas tienen siempre más de un género, aunque por motivos de márquetin se les encasilla en aquel que atraiga a más espectadores.
En conclusión: los únicos géneros puros de miedo son el Terror, el Horror y el Suspence. Nunca encontraremos una película de Terror cómica, en todo caso encontraremos una comedia que está satirizando el terror o un filme de terror que usa por breves momentos algunos elementos cómicos a manera de distensores para romper la tensión y relajar al espectador, preparándolo así para un nuevo susto.