Título Original: メトロポリス (Metoropurisu).
Género(s):Ciencia Ficción/Ciencia Ficción Social/Ciencia Ficción Libertaria/Cyberpunk, Distopía.
Director: Rin Taro (Hayashi Shigeyuki).
Estudio: MadHouse.
Emisión: 2001.
Duración: 109 minutos.
Extras: –
Basado en el manga homónimo de Osamu Tezuka y con la colaboración de Katsuhiro Ôtomo como guionista, Metrópolis es uno de los animes de Ciencia Ficción más ambiciosos e impresionantes que existen, tanto por su calidad en el aspecto técnico como por su contenido argumental.
El estilo retro que le dan su peculiar banda sonora y la parafernalia de sus personajes crean una ambientación que lo aleja del contexto clásico del Cyberpunk industrial y tecnológico, y lo acercan más al cine de detectives, que aderezado con los movimientos sociales que nos muestra logran un resultado sobresaliente.
La calidad de animación es impactante, aunque por momentos hay un poco de contaminación visual debido a que la cantidad de elementos que aparecen en pantalla son tantos que resulta casi imposible apreciar cada uno de ellos, muchos de los cuales explican algunos elementos de la historia. El grado de detalle es impresionante y nunca se pierde nitidez ni siquiera en los escenarios más oscuros.
La música es muy buena, es una mezcla de Jazz y tonadas lentas que contrastan totalmente con el ambiente futurista y altamente tecnológico. El diseño y desarrollo de los personajes es muy acertado, a pesar de que algunos caen en los estereotipos propios del papel que representan. Los personajes mejor logrados son los robots, pues poseen características y “personalidades” que simbolizan algunos de los sentimientos que los humanos han perdido debido a la excesiva industrialización, pero que aún subsisten en la imponente ciudad.
La historia de desarrolla en Metrópolis, una ciudad que refleja el poderío humano, llena de tecnologías y robots de toda clase. Sin embargo, estos avances han causado estragos entre la gente más pobre, quienes eventualmente han sido relegados hacia los sectores olvidados de la ciudad. Zona 1 es un submundo que se encuentra bajo la urbe, un lugar sin ley ni autoridad, lleno de gente necesitada, delincuentes y miseria.
En Zona 1, tanto los humanos como robots sufren la opresión de las élites sociales, pues se les impide vivir en la superficie y mezclarse con el resto de la población. Pero bajo las luces y la opulencia de la gran ciudad, en las sucias y abandonadas calles de aquel submundo, empieza a gestarse una revolución, una revolución en la cual los hombres defenderán sus derechos y los robos, su libertad.
Mientras en Metrópolis se lleva a cabo una celebración por la construcción de la Torre Zigurat, el detective Shunsaku Ban y su sobrino Kenichi investigan el posible tráfico de órganos por el Dr. Laughton, científico que trabaja en la construcción de un extraño androide llamado Tima. Tras la muerte del doctor, Kenichi y Tima son perseguidos por el partido anti-robots Marduk y se ocultan en Zona 1, donde conocen las difíciles condiciones en que viven sus habitantes, quienes cansados de la opresión han decidido levantarse en armas.
La película no sólo nos muestra la típica distopía tecnológica, sino que se adentra en las condiciones sociales de discriminación que viven las personas y los robots. Dichas condiciones no representan sino la discriminación racial que actualmente se vive en muchos países, sobre todo en aquello que sufrieron del Apartheid. El odio a los robots no es más que una referencia al racismo y al desprecio que muchos tienen por todo aquel que no comparte su cultura, costumbres, creencias o posición social.
Una característica que me gustaría resaltar es el aspecto revolucionario, pues en distintos carteles podemos ver el rostro del “Che” Guevara, además de que las escenas de lucha y manifestaciones son en ejemplo fidedigno de las protestas que actualmente podemos ver en las calle de todo el mundo, desde las pancartas con consignas hasta las bombas molotov.
Sin duda, Metrópolis es una película asombrosa, pues mezcla un futuro moderno con movimientos sociales del presente e ideales revolucionarios del pasado, y nos plantea una interesante cuestión: ¿es necesario llegar tan lejos en los avances científicos?