Extinción y el dilema moral de los sintéticos

Advertencia Spoilers: si no han visto la película Extinción y desean hacerlo no continúen leyendo esta entrada.

Esto lo escribo únicamente porque me quedé con ganas de externar ese giro argumental del que hablé en la reseña de Extinción. Cuando el trasfondo se descubre nos enteramos de que los invasores extraterrestres no son seres espaciales, sino humanos y que los protagonistas que creíamos humanos en realidad son personas sintéticas (androides) que habían borrado su memoria para no vivir con miedo.

Al parecer los sintéticos habían crecido tanto en población que estaban empezando a desplazar a los humanos y se estaban convirtiendo en un peligro. Los humanos trataron de erradicarlos llevando a cabo un genocidio, pero los sintéticos ganaron la guerra y los humanos fueron expulsados del planeta, teniendo que vivir en Marte durante 50 años hasta que tuvieron los recursos para regresar a reclamar lo que había sido su hogar.

No voy a analizar a profundidad ninguno de estos temas, simplemente quiero mencionarlos para demostrar el potencial que una historia de este tipo podría haber llegado a tener. El primero de ellos es el cambio de rol, entendido como el humano como invasor, ya habíamos visto esto en películas donde los humanos llegan a otros planetas y exterminan a la población nativa, Avatar (James Cameron, 2009) es un buen ejemplo. Sin embargo, aquí el humano no es el invasor, sino la victima que perdió la guerra, el humano no está invadiendo, está tratando de recuperar lo que le fue quitado.

El humano tratando de recuperar su planeta nos lleva al segundo punto, los derechos de los sintéticos. En obras como El Segundo Renacimiento de Animatrix vemos tratar este tema a la perfección, iniciando con la discusión de si los sintéticos deben tener derechos o no, y si por el hecho de que nosotros los creamos tenemos el poder de decidir todo sobre ellos y destruirlos sin nos da la gana. El tratar de erradicarlos me hace pensar en los genocidios que la humanidad ha llevado a cabo con la finalidad de acaban con una población que profesa otra religión, la famosas limpiezas raciales.

La guerra que expulsó a los humanos inició cuando los sintéticos se defendieron, es decir, cuando actuaron en legítima defensa para salvaguardar su existencia (vida), presas del miedo generado por su inminente erradicación. Esto se hace aún más complejo si le metemos Teoría de Géneros, pues en esencia, a partir del pasado, la obra puede considerarse Ciencia Ficción Social (vista desde el conflicto por sus derechos) y Ciencia Ficción Revolucionaria (visto desde el levantamiento en armas por parte de los sintéticos).

Pero la razón de la rebelión es lo más interesante. Para que un sintético quiera defender su vida debe sentir miedo de perderla, eso implica una evolución en la conciencia por parte de estos seres artificiales, similar a lo que se menciona en Yo Robot o Ghost in the Shell. Pero creo que el universo que más se relaciona sería Blade Runner (Ridley Scott, 1982), donde los replicantes al igual que los sintéticos de Extinción fueron hechos para hacer las tareas pesadas, aunque eventualmente superaron a los humanos en conciencia, fuerza e inteligencia tratando de buscar su libertad.

El punto anterior nos lleva al último que quiero abordar en este ensayo, y es el tema más clásico de la Ciencia Ficción pues nación con ella, me refiero al Complejo de Frankenstein. El miedo que los humanos tienen de ser superados y remplazados por sus creaciones, en este caso las máquinas, existe desde tiempos inmemoriales, incluso desde un punto de vista religioso, los humanos (la creación) destruyeron a su creador (Dios). Pero este miedo a la creación tiene actualmente una doble lectura desde un punto de vista político, ya que no es de gratis que el actor protagonista sea de ascendencia mexicana. Un hispano ocupando puestos que los estadounidense temen perder a manos de los inmigrantes, punto medular del discurso de Doland Trump.

Como podemos ver, los temas ocultos en la trama del filme son sumamente complejos, aunque la película sólo hace un breve y simplón boceto de ellos quedándose en algo sumamente superficial lleno de clichés, pero como pudimos constatar con este ensayo, incluso una obra llena de estereotipos sobreexplotados por el cine hollywoodense puede ser analizada a mayor profundidad.

Avatar: La Leyenda de Aang

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Título Original: Avatar: The Last Airbender.
Género(s): Acción, Fantasía, Drama, Aventura, Comedia.
Creado por: Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.
Estudio: Nickelodeon Animation Studios, DR Movie, JM Animation, MOI Animation y Titmouse.
Emisión: 21 Febrero 2003 – 19 Julio 2008.
Duración: 61 episodios.
Extras: La Leyenda de Korra.

La primer década del nuevo milenio significó el surgimiento de nuevas series y adaptaciones. A la par con sagas cinematográficas de renombre como Harry Potter y el Señor de los Anillos apareció una peculiar serie de animación en televisión abierta, una serie que trascendió hasta convertirse en un fenómeno de culto: Avatar. Su peculiar estilo visual es resultado de una exquisita mezcla de influencias que al día de hoy continúa avivando debates.

Dejando a un lado la añeja discusión respecto de que si la obra es anime o no, lo cierto es que fue una de las series más significativas en su momento. La premisa nos ubica en un mundo fantástico habitado por varias tribus y reinos. Algunas personas tienen la sorprendente habilidad de «controlar» uno de los cuatro elementos clásicos de la naturaleza. Pero la armonía mundial desaparece cuando la Nación de Fuego opta por iniciar una guerra en contra de los otros tres pueblos.

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Como constantemente se nos recuerda al inicio de cada episodio, sólo el Avatar es capaz de detener a la Nación del Fuego. Se trata de una entidad única capaz de dominar los cuatro elementos para mantener el balance en el mundo y, más importante aún, entre planos. Pero cuando estalló la guerra, simplemente desapareció. El conflicto global ha durado cien años y el Avatar se convirtió en materia de leyendas; pero en el lejano polo sur eso está a punto de cambiar.

Durante las tres temporadas de la serie seguimos el viaje de Aang, un joven monje de la Nación del Aire, quien a su vez es el Avatar en turno, además del último Nómada Aire luego del ataque de la Nación del Fuego. Él debe dominar los cuatro elementos para enfrentar en una batalla final al Señor del Fuego antes de la fecha profetizada y terminar la guerra. En su camino conoce poderosos aliados y enemigos que siguen su propia agenda en este mundo dinámico.

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Además de la difícil tarea de encontrar un maestro para cada elemento, dominarlo y enfrentar la responsabilidad de ser el Avatar, Aang también debe cargar con una enorme presión por parte de todas las personas que conoce en su viaje, pues lo ven con renovada esperanza y depositan toda su confianza en él para terminar la guerra. El chico prefiere tomar la ruta pacífica, hacer amigos y conocer el mundo; pero de forma paralela, la vida y personas que conoció ya no existen.

A lo largo de 61 impresionantes episodios, el viaje del Avatar solo puede calificarse como magnífico. La serie posee un estilo visual muy llamativo, a todas luces basado en el anime japonés, acompañado por un apartado sonoro impecable, tanto en efectos, banda sonora y voces. Las escenas de acción son dinámicas y maravillosas a la vista; en la mayoría de ellas ni siquiera existe contacto físico entre adversarios, pues tiene más peso su técnica en el control de los elementos.

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A pesar de que el público al que estaba dirigida eran niños y jóvenes, la serie puede ser disfrutada por cualquiera; los primeros episodios pueden parecer un tanto infantiles y predecibles, pero conforme avanza la historia, el argumento se vuelve más oscuro. Los personajes tienen un tremendo desarrollo individual, su crecimiento a lo largo de la aventura es muy palpable; todos ellos tienen distintas facetas, hasta los rivales son verdaderamente interesantes.

Por supuesto, también existen cientos puntos débiles, como algunos episodios con un ritmo más lento o el fatídico episodio que resume toda la temporada y que es puro relleno. En contraste, algunos de los episodios más memorables dejan a un lado la acción para centrarse en la historia de algún personaje en particular. Esta variedad entre tonos respecto de cada capítulo, sin salir jamás de la trama principal, mantiene la frescura en la serie; resulta emocionante adivinar qué ocurre a continuación.

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El mundo de Avatar puede parecer vacío en un principio, pero luego de un par de episodios es fácil dejarse llevar por las situaciones que nos presenta, para convertirse en un lugar creíble repleto de vida, leyendas y espíritus. Existe un interesante sentimiento de realidad en todo lo que ocurre en pantalla y sobre todo continuidad; cada tribu tiene su propia mitología con un significado más profundo, basada en leyendas de nuestro propio mundo, que consiguen transmitirnos un poderoso mensaje positivo constantemente.

Sus creadores han hecho de Avatar una bella mezcla de géneros y estilos, con suficiente acción, dilemas morales y una buena dosis de humor que hacen de la serie una combinación ganadora. El trabajo realizado en cada cuadro resalta a primera vista; es evidente que existió gran esmero, investigación y atención por el detalle en cada episodio. Avatar es ahora un clásico, entretenimiento de primera para todas las edades y una obra obligada para cualquier fan de la animación.