Shintaro Kago

Entre los género de la ficción existe uno sumamente oscuro, que muy pocos paladares se atreven a saborear y cuya legión de fans está generalmente oculta en las sombras, aún más atrás de los adoradores del Hentai y el Lolicon. Cuando la pornografía roza los tintes del erotismo y la sangre cubre y censura los cuerpos desnudos dejando al descubierto las entrañas de la modelo en una sangrienta pero extrañamente atractiva estética visceral es cuando surge el Ero-guro, el género que combina de manera cruda pero hipnótica la sangre y el sexo, el deseo y la muerte, la pasión y la violencia, tópicos contrastantes que son tabúes en muchas culturas del mundo.

Entre los principales exponente del Ero-guro tenemos a Shintaro Kago, japonés nacido en Tokio en el año de 1969 y afamado por sus ilustraciones y mangas de éste género, trabajos por los que ha sido galardonado en diversas ocasiones. Shintaro debutó en el año de 1988 en la revista Comic Box y desde entonces ha creado un amplio catálogo de obras, todas ellas perturbadoras y complejas, que sólo algunos se atreven y logran apreciar.

Personalmente me confieso fan de este género, es grotesco, incómodo y nunca te dejará indiferente. Y no me gusta sólo por la violencia o lo sexual, sino por el resultado que logra el combinar ambos elementos. Esas obras que son incómodas de ver pero que no puedes dejar de mirar. El humano al parecer tiene cierta tendencia al voyerismo, sobre todo si esto incluye mirar cosas mórbidas o sexuales; por algo los periódicos amarillistas venden tantos ejemplares. Es algo que nos causará nausea seguramente y nos hará sentir mal física y emocionalmente, pero nuestra curiosidad siempre nos hará acercarnos a ver aquel cuerpo destrozado, tan cierto es esto que es común que las personas reduzcan la marcha de sus autos para mirar un accidente.

Las películas de zombis han popularizado la sangre y las tripas en el género gore, pero el Ero-guro siempre ha llevado las cosas un paso más allá, al underground de la cultura pop en donde se ocultan obras tan aterradoras como las películas Snuff. Sin embargo, pese a que la línea entre lo correcto e incorrecto, lo legal y lo ilegal es muy delgada, artistas como Shintaro Kago han logrado sublimar la belleza de un género que no tiene nada de bello bajo los estándares tradicionales, pero que sin duda logra lo que toda obra de arte debe lograr y eso es generar en el espectador alguna clase de sentimiento o emoción y en este caso Shintaro lo logra a partir de la transgresión y el surrealismo.

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Midori

Título Original: 少女椿 (Midori).
Género(s): Eroguro, Horror.
Director: Hiroshi Harada.
Estudio: Kiryûkan.
Emisión: 1992.
Duración: 50 minutos.
Extras:

Midori: La Niña de las Camelias o Mr. Arashi´s Amazing Freak Show es una extremadamente perturbarte animación basada en el manga del maestro del Eroguru (erotique, grotesque, nonsense) Suehiro Maruo, titulado Chika Gentou Gekika Shôjo Tsubaki. Se trata de una obra de culto de la que sólo se habla en los pasillos más bajos dentro del circuito del Gore y el Hentai, y a la que sólo los más conocedores o perturbados espectadores son capaces de apreciar.

Midori no es una obra para todos, se requiere tener de algunas horas recorridas dentro del universo gore y una mente abierta capaz de descifrar la extraña historia que envuelve a esta obra, así como de un estomago que no sea sensible. Sin embargo, si son amantes de este tipo de géneros ésta es una película que no se pueden perder, ya que es una de las pocas dentro del anime que desarrolla el Eroguro puro, sin desvirtuase por la parte gore ni por el contenido sexual.

La calidad técnica deja mucho que desear; la animación es mala y la música es regular (auditiva o acústicamente hablando, porque en cuanto a emotividad y ambientación está perfecta). Aunque esto se debe a la falta de patrocinio para su producción. El diseño de personajes se apega mucho al estilo de Maruo y desentona drásticamente con el estilo que empezaba a consolidarse en los primeros años de la década de 1990. Los escenarios son raros, extraños e incluso incómodos, al igual que los personajes, algunos llegando a ser verdaderamente repugnantes. El único inconveniente es que muchas de las escenas son dibujos estáticos e incorporan muy pocos elementos animados, lo cual degrada la calidad y hace que todo parezca una simple transición de imágenes con sonido.

La historia gira en torno a Midori, una niña que vende flores a fin de conseguir dinero para poder ayudar a su madre, quien sufre una enfermedad desconocida. Desafortunada y repentinamente su madre muere y Midori queda sola. Para su desgracia, es engañada por un hipnotista para unirse a un circo de fenómenos, en donde será humillada, violada y degradada por parte de los perversos y desagradables sujetos que integran aquel perturbante circo. Para su fortuna, un enano que hace magia al estilo occidental llega al circo y se queda prendado de ella, protegiéndola y mimándola a partir de ese momento. Sin embargo, no todo es lo que parece y Midori termina aferrándose a un amor enfermizo que se mantiene debido a que es la única forma de salvación que ella encontró para poder sobrevivir a aquel violento mundo.

Lo que la obra nos refleja es que incluso dentro del más hostil de los ambientes, llenos de perversiones, amoralidad, crueldad y deformidad, es posible que algunas cosas se mantengan puras, como nuestra protagonista, quien inclusive en esas tortuosas condiciones pudo conocer el amor, pero también el miedo a lo que podría sufrir por el simple hecho de estar viva.

La crudeza de las escenas es simplemente impactante, pues no se trata de un gore estilizado y tierno (hasta donde cabe) como en Elfen Lied, ni de un gore visceral y rudo como en Gantz. Todo lo contrario, estamos frente a una obra que busca generarnos incomodidad, tristeza y desesperación, pero no a partir de la violencia misma, sino a partir de la crudeza con la que expone lo más bajo del ser humano. La obra incluso hace uso de un lenguaje poético intrincado y difícil de descifrar (nonsense) pero cuyo propósito es ser artístico, aunque en realidad termina siendo extraño.

Lo más interesante de la obra es cuestionarnos por qué asistir a un circo tan desagradable. La respuesta nos la da el mensaje central del filme: existe una vida tan cruel y horrible que nosotros, desde nuestros cómodos hogares, nunca querríamos experimentar, pero que por alguna razón nos produce un extraño y morboso placer observarlo desde la seguridad de nuestros asientos.

En conclusión, Midori es una obra para reflexionar y no dejarse impactar por el morbo, la violencia ni la sangre, estos son únicamente los vehículos mediante los cuales Maruo envía su mensaje. Aunque debemos tomar este filme con pinzas, pues es grotesco hasta el punto de incomodar al más aventurado auditorio, pero a pesar de ello no deja de ser una interesante propuesta audiovisual que engloba lo más podrido y perverso del ser humano.