Título Original: El Agente Topo.
Género(s): Docuficción, Drama.
Director: Maite Alberdi.
Emisión: 2020.
Duración: 90 minutos.
Extras: –
Hace algunas semanas (algunos meses para cuando se publique esto) escuché una reseña sobre esta película chilena en la que se decía que el filme era muy bueno, así que cuando apareció en Netflix me dio curiosidad verla, sobre todo por abordar una temática muy poco frecuente en el cine, los adultos mayores.
El filme es una Docuficción, es decir, un documental en el cual se muestran elementos reales pero al cual se le añade algún elemento ficticio. En este caso la realidad es la vida cotidiana de los ancianos en el asilo mientras que la ficción es el trabajo de detective del protagonista. No debemos confundirlo con un Mockumentary, que es un trabajo completamente ficticio con el formato de un documental.
La historia gira en torno a Sergio, un señor de 83 años que es contratado por un detective privado para trabajar como espía en un asilo de anciano, pues su contratante desea averiguar si su madre, quien está ingresada en ese lugar, está recibiendo un buen cuidado o existe algún tipo de maltrato y descuido por parte de sus cuidadores. Romulo Aitken explica a Sergio en qué consiste su labor y le enseña a usar algunos dispositivos para su trabajo, como un celular y algunas cámaras ocultas para obtener evidencia.
Sergio es ingresado en el asilo como un huésped más para no levantar sospechas e inicia su labor, grabando todo lo que ve y reportando cada noche a su jefe. Su principal objetivo es la madre de la mujer contratante, pero a través de sus ojos vemos la vida del resto de ancianos que viven en aquel hogar, su rutina, miedos, soledad y problemas de salud. Algunos de ellos son completamente autosuficientes, otros ya no se pueden mover y algunos más sufren demencia, olvidando a sus familiares e incluso en dónde están.
La realidad de la vejez es algo que debería ser más retratado en el cine y la televisión, pero no de esa forma cándida y rosa como suele hacerse, sino como lo hace este filme, donde vemos la cruda realidad de envejecer y empezar a perder la capacidad para valerse por uno mismo o peor aún, empezar a perder la conexión con la realidad y las memorias que nos hacen ser quienes somos. La película es vendida como una historia enternecedora, pero yo la encontré más como una historia cruda y nostálgica, sobre todo por esos ancianos que van perdiendo la memoria. Quizás eso se debe a que poco más de una semana antes de ver este filme me topé con Everywhere at the End of Time que es un experimento sonoro que recrea el avance del estado de demencia.
Pero además de la demencia y los inevitables problemas de salud, el mayor problema de nuestros adultos mayores es la soledad. De jóvenes podemos decir que no queremos tener hijos y jactarnos de querer y poder disfrutar de la soledad, pero pasados los ochenta años, esa ansiada soledad de juventud seguro que les empezará a pesar hasta aquel que más renegaba de una compañía. Soledad, monotonía y la falta de un objetivo que les haga a los ancianos sentirse útiles es lo que termina por matarlos.
Hace algunos años leí el libro Ikigaia de Héctor García (del blog Kirai un Geek en Japón) y en él explica que una de las razones del porque en países como Japón la gente supera los cien años de edad es porque se mantiene activa, ocupada y, de cierta forma, sigue siendo indispensable y útil para la sociedad, ya sea trabajando en el campo o haciendo alguna artesanía los viejos en Japón tienen algo que hacer, una ocupación y una rutina de trabajo que los mantiene con la vitalidad que se pierde cuando simplemente nos sentamos a esperar la muerte. Y quizás ahora con la pandemia todos podemos comprender esa frustración debilitante del no tener nada que hacer.
La película es lenta pero entretenida, con toques de comedia y drama muy bien equilibrados, no pretende ni hacer una denuncia sobre el estado de los ancianos ni de sus problemas, pero sí visibilizar a una sociedad donde la juventud está sobrevalorada, que nuestros viejos siguen siendo parte importante de nuestra estructura social. La forma en que muestran la parte de realidad también es muy buena y un ejercicio muy interesante y que seguramente resultó complejo de hacer en el formato que la directora eligió porque nos obliga a cuestionarnos qué partes son realidad y cuáles son actuación. Una excelente obra que le da la visibilidad que merecen nuestros abuelos.