7:19

Título Original: 7:19
Género(s): Drama.
Director: Jorge Michel Grau.
Emisión: 2016.
Duración: 94 minutos.
Extras:

México es un país que sufre tragedias desde distintos flancos, desde la corrupción de las autoridades y la propia sociedad civil, hasta la violencia causada por el crimen organizado, pero son sin duda los desastres naturales los que han golpeado con más fuerza a la nación, tanto que han logrado unir a la sociedad para ayudarse entre sí, cosa que ningún programa social podrá logran jamás.

Entre estos fenómenos los más comunes son tres: los huracanes que golpean por el Atlántico y el Pacífico, los sismos causado por estar sentados dentro del Cinturón de Fuego de Pacífico y las erupciones volcánicas originadas por la misma causa. Los sismos han sido sin duda los eventos más catastróficos y frecuentes, sobre todo para el centro de la república y los estados del suroeste. México es uno de los países más sísmicos del mundo, junto a Chile, Japón e Indonesia.

Tres han sido los terremotos más devastadores para la capital, al menos en la época moderna. El de 1957, el de 1985 y el de 2017. Este último aún no había ocurrido cuando se estrenó la película, pero el hecho de que ocurriera el mismo día que el sismo de 1985 y tan sólo unas horas después de realizar al simulacro que se lleva a cabo cada año en conmemoración del sismo fue un golpe muy fuerte, no sólo para la infraestructura que resultó dañada, sino para la salud mental de muchos capitalinos que por semanas durmieron con los zapatos puestos en caso de tener que salir corriendo.

A mí sólo me ha tocado vivir el más reciente, pero quienes nacimos después de 1985 hemos crecido escuchando las anécdotas de nuestros padres, tíos y abuelos sobre lo que pasó aquel fatídico 19 de septiembre a las 7:19 am. Sobre todo esos relatos en los que las personas de manera espontánea empezaban a ayudarse unas a otra de una manera más organizadas que el gobierno o el ejército. Aquella mañana de septiembre la sociedad civil demostró una solidaridad nunca antes vista, solidaridad que las nuevas generaciones aprendimos a partir de los relatos. Si volvía a temblar sabíamos qué teníamos que hacer, ayudar era como un contrato social que ya estaba intrínseco en nuestras mentes.

El filme nos narra la odisea que un grupo de oficinistas de alguna secretaría del gobierno tienen que enfrentar luego de que el terremoto derrumbara el edificio donde se encontraban trabajando. El protagónico corre a cargo de Demian Bichir, quien encarna a un licenciado jefe del departamento, y que a mi parecer hace un muy buen trabajo. Además del jefe, tenemos a un grupo de empleados muy variado, un velador (Héctor Bonilla), un mensajero, un típico oficinista y una señora de limpieza. Todos ellos logran sobrevivir al derrumbe y quedan atrapados entre los escombros, a la espera de que alguien los vaya a rescatar.

La película me gusta porque va directo al grano. Antes de los diez minutos ocurre el sismo y en los 80 minutos de película restante sólo vemos a Demian Bichir y a Héctor Bonilla atrapados entre vigas, varillas retorcidas y toneladas de concreto, al resto de personajes sólo los escuchamos. Tal escenario podría parecer aburrido, pero no lo es, porque si bien es letárgico por momentos, logra generar muy bien la tensión de estar atrapado entre los escombros. El que los actores logren eso sin siquiera poder moverse habla del buen trabajo que hicieron.

No obstante, me parece que no es una película para todo público, es más que nada para aquellas personas de la capital a quienes les haya tocado vivir algún sismo fuerte, de otra forma es un poco difícil sentirse identificado. Además de que sólo vemos a esos actores y nunca sabemos qué pasa afuera en la ciudad, lo cual si bien ayuda a generar ese sentimiento de claustrofobia y desesperación, puede hacer que esas escenas sean algo aburridas para algunas personas.

Las cosas que me gustaron y caben destacar son, por una parte, la excelente ambientación de los ochenta, desde el tipo de ropa, el uso del bigote y hasta la forma de hablar de los personajes más jóvenes. Sin olvidar la recuperación y uso de algunos audios y videos originales del día del sismo. Además, muchos de esos actores debieron haber vivido el sismo, tal vez no en carne propia, pero al menos sí siguiendo su desarrollo en directo.

Otro elemento a destacar es el reflejo social del momento, desde el acoso sexual socialmente aceptado que los jefes tenían hacia las secretarias, hasta la forma déspota con la que trataban a sus subordinados; algo que no precisamente ha cambiado. También la reconstrucción tanto digital como de utilería de los escombros es muy buena, visceral por momentos y que junto a la excelente ambientación sonora logran situarnos debajo de toneladas de escombros que amenazan con caernos encima y sepultarnos para siempre.

La forma en que quedan atrapados, las dolorosas posiciones en que algunos quedan prensados, los gritos de terror, el miedo, la desesperación, el desconcierto, la sed y la oscuridad nos ayudan a imaginarnos allí abajo atrapados a la espera de morir o ser rescatados, incluso sin haber estado nunca en tal situación. Hay elementos clásicos como la famosa réplica que ocurrió en la noche y que vino a dar una estocada final a muchas vidas y que sí está presente en el filme, lo cual se agradece mucho pues le aporta realismo.

El punto más débil es cuando hablan de corrupción. Todos sabemos que muchos de los edificios se cayeron debido a la corrupción de las autoridades y constructoras, quienes usaron por años materiales de mala calidad para ahorrar dinero, lo que causó que los edificios no pudieron soportar el embate del sismo. A raíz de esa tragedia las políticas de construcción se endurecieron, aunque la corrupción volvió a hacer de las suyas e hizo que muchos edificios nuevos se cayeran hace dos años. Esa parte es introducida de forma algo forzada y le quita algo de drama al terror que viven los sobrevivientes.

Considero que la película es buena, está destinada a un público en específico y tiene momentos algo lentos que podrían aburrir a algunos, pero es un excelente relato de lo que cientos de personas debieron haber vivido al quedar sepultados por los edificios. Vivir en un país donde seguirá temblando nos obliga a mantener vivía en nuestra memoria esta clase de eventos, sobre todo en las nuevas generaciones que todavía no les ha tocado vivir uno.

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