Título Original: Kurikou et de Sorcière.
Género(s): Fantasía.
Director: Michel Ocelot.
Países: Francia, Bélgica, Luxemburgo.
Emisión: 1998.
Duración: 74 minutos.
Extras: –
Basada en los teatros de sombras chinos, que le otorgan un gran contraste a la ya de por sí pulcra y detallada estética, Kiriku y la Hechicera es el primer largometraje que nos narra las aventuras del pequeño Kiriku en una desolada aldea africana.
La calidad de filme es sublime, tanto en el aspecto técnico como en el argumental. La animación es fluida, detallada y estéticamente muy agradable. La mezcla de esos tonos térreos con los contrates de luz y sombras la hacen visualmente muy atractiva. Los escenarios son simples, detallados y hermosos; la música es pegajosa y ambienta de una forma tan acorde a la historia que en verdad nos sitúa en una aldea africana; los personajes tiene un diseño tan digno que en verdad reflejan las características físicas de las tribus de la sabana y pese a estar desnudos no generan morbo alguno.
La historia gira en torno a Kiriku, un diminuto niño que vive en una aldea azolada por la maldad de la hechicera Karabá. Todo el pueblo le teme pues se dice que devora a los hombres que intentan combatirla. Sin embargo, Kiriku intentará descubrir por qué ella es tan mala y en su camino encontrará una realidad totalmente distinta a aquello que los miembros de su aldea le habían dicho.
El filme tiene una gama de matices muy amplía, pues las lecturas y simbolismos que evoca cada personajes son innumerables. Además, las metáforas que expresa nos remiten a distintos elementos de tradición cultural, tanto africanos como europeos. Tanto Kiriku como Karabá y el resto de personajes simbolizan una etapa en la lucha por el conocimiento y el perdón.
Primeramente tenemos a Kiriku, quien no era propiamente un hombre, por el contrario, representaba lo apuesto a los varones de su comunidad: eran joven, valiente, lo cuestionaba todo, era inteligente, prudente, pensaba antes de actuar, no sucumbía ante los encantos de la hechicera y al ser pequeño podía llegar a donde los mayores no. Sin embargo, tampoco era un niño como tal, pues evidenciaba mucha más madurez de la que los infantes de su comunidad tenían.
La hechicera representa el estigma, el tabú de una comunidad ignorante que teme ver más allá y cuestionarse el porqué de las cosas. Karabá estaba marcada por la comunidad y fue exiliada precisamente porque representaba todo lo apuesto a una mujer tradicional: era independiente y atraía a los hombres. Elementos que nos remiten a la tradición europea de las brujas.
Karabá y Kiriku no son opuestos ni antagonistas, en realidad son diferentes caras de una misma moneda, pues ambos son repudiados por su comunidad y se sienten solos. La diferencia es que Kiriku no juzga a las personas y por ello es capaz de ver más allá de la aparente maldad de la hechicera, mientras que el pueblo tiene miedo de ella sin realmente saber por qué. El pueblo cree lo que le dicen y los fetiches obedecen sin cuestionar, personificando ambos a la ignorancia.
Hay dos principales lecturas que podemos darle al personaje de Karabá. La primera es que podría tratarse de una prostituta, por ello los hombres caían presa de sus encantos (o encantamientos) y las mujeres la repudiaban; lo dice la madre de Kiriku: “ya eres como los hombres, quieres ver a Karabá la hechicera”. La segunda y más obvia es que fue violada y ese incidente la marcó como un ser no grato para la comunidad, por ello vive alejada y repudia a hombres y mujeres, los primeros por ultrajarla y las segundas por despreciarla.
Otros personajes destacables son la madre de Kiriku, quien representa la guía, y el abuelo, quien representa la sabiduría. Esto lo constatamos en otro diálogo dicho por la madre: “el sabio de la montaña explica las cosas como son. La hechicera necesita que creamos tonterías”. Son así estos dos personajes los opuestos naturales de Karabá, pero no son realmente sus enemigos directos, únicamente tiene una forma distinta de ver el mundo.
Mediante los personajes del sabio de la montaña y Karabá podemos ver la representación simbólica de una cosmovisión muy particular, la cual casualmente se repite en muchas culturas del mundo: la dualidad. Karabá es mala, oscura, mantiene la ignorancia, sufre dolor y odia a las personas, mientras que el sabio es luz, bondad, difunde el conocimiento e incita a perdonar. Tan simple como que uno es hombre y la otra mujer.
Finalmente, la obra nos invita a tres cosas: cuestionar todo constantemente para salir de la ignorancia y no creer ciegamente lo que la mayoría dice, no juzgar a los demás sin conocer la razón de sus acciones, y saber perdonar. Así, dos personajes marcados por la comunidad, uno por su tamaño y la otra con una espina, nos enseñan que son las acciones las que deben hablar por nosotros y darán fe de quiénes somos como personas.
Sin duda es una obra fabulosa con un gran mensaje para el público y una animación soberbia, que no sólo nos obliga a reflexionar, sino que nos divierte y entretiene con las aventuras del pequeño Kiriku y nos deleita con su construcción artística.
Reblogueó esto en Retazo de la Realidady comentado:
Este largometraje lo vi cuando era niño y aun me acuerdo de el, la verdad me gusta mucho la historia y la recomiendo ampliamente
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