Entre 1999 y 2001 tuve un periodo en el que me volví un tanto fan de ver películas de la época de oro del cine mexicano, siendo Al son de la Marimba y Macario dos de mis favoritas, y de las que ya había hablado en mi topo de películas mexicanas. Pero además de esos dos títulos hubo varios más que me gustaba ver, de hecho tenía yo una buena cantidad de películas en VHS de esa época. Una de las que más me gustaron y que recuerdo con cierto aprecio fue El Charro Negro.
Dicho filme retoma el típico cliché del héroe que es considerado villano y que persigue a los verdaderos forajidos en su caballo mientras oculta su identidad. La película es muy simple y hasta corta, pero en su momento me gustó mucho y de hecho en mi memoria quedó cincelada parte del corrido que le componen al charro, lo suficiente para ayudarme a encontrar de nuevo tal filme cuando me puse a buscarlo en internet. Aquella tonada que dice así: “señores, para cantar, pido licencia primero, pues yo les voy a contar la historia del charro negro…”. Esa película fue de mis preferidas y tiene mucho de esa esencia de vaqueros del cine estadounidense y cuya versión mexicana a la postre sería conocida como Enchilada Western.
Otras de mis películas favoritas fueron aquellas en donde aparecieran Sara García, Fernando Soler y Joaquín Pardavé. La primera ampliamente conocida como la abuelita de México, Fernando el hermano mayor de la dinastía Soler y Pardavé es uno de los actores más completos que haya tenido México. Recuerdo que mi abuelo solía decir, que si los ingleses presumían de tener a Charles Chaplin, nosotros podríamos presumir a Pardavé pues fue actor, director, guionista y compositor, sin duda un hombre muy completo y cuyas actuaciones, junto a los dos antes mencionados, son excelentes.
Hubieron otras que en su momento identificaba pero que o no vi o no me llamaron la atención porque era muy joven (en el 2000 tenía diez años), pero años más tarde al verlas pude apreciar lo excelentes que son. Entre ellas tenemos La Perla, protagonizada por Pedro Armendáriz (quién hace mancuerna con Raúl de Anda quien interpreta al Charro Negro en la cinta mencionada al principio de este post) y Nazarín de Luis Buñuel, otro grande de la época. De quien nunca fui fan fue de Pedro Infante, por mucho que sea querido como un grande del cine mexicano a mí nunca me gustaron sus películas en realidad, prefería más las de Germán Valdés “Tin Tán”, y si bien el Pachuco de Oro tenía un gran humor y vi muchas de sus películas porque eran las que pasaban en televisión abierta, tampoco fue de mis predilectos. De quien sí disfrutaba más sus cintas, sobre todo en la época del blanco y negro, fue de Cantinflas, antes de que el color lo hiciera protagonizar historias que intentaban congraciarse con la política mexicana.
Ya en tiempos más modernos, puedo retomar a La India María, es aquellos años de mi niñez durante un tiempo también fui fan de sus películas, obras como Tonta tonta pero no tanto, La señora presidenta o El miedo no anda en burro era parte de mi colección de VHS. Y claro, como olvidar a quien me ha dado uno de las entradas más visitadas en este blog, la gran Evita Muñoz “Chachita” y su proverbial personaje de Hermelinda Linda, así como una interpretación en otra película de ella que me gusta mucho llamada Día de madres.
En fin, que entre mi abuelo materno (en mínima medida porque vivíamos en diferentes estados en ese tiempo y casi no lo veía), mi papá, un poco mi mamá y yo mismo, hicieron que durante un tiempo de mi infancia fuera muy afecto a las películas mexicanas de la época de oro. Ese cine nacional que nos llenaba de orgullo en todas las latitudes y que desgraciadamente se ha perdido. Dicho gusto es algo que recuerdo con cariño pero que pensándolo bien era algo raro, no creo que sea muy común que un niño de diez años gustara de películas en blanco y negro filmadas más de 50 años atrás, pero así era y la verdad creo que es momento de darme un tiempo para volver a ver aquellas películas de antaño que, por alguna misteriosa razón, se convirtieron en parte de mi infancia.